Lo cortés no quita lo valiente
Este
fin de semana nos vimos cara a cara con un bullie. Retrocedíamos en un
estacionamiento, no vimos a unos peatones, mi esposo frenó de golpe, y acto
seguido hizo lo que creyó conveniente, bajarse a pedir disculpas. ¿Por qué?
Porque eso es lo que le enseñan a uno, porque le dio pena, porque se asustó,
sí, porque ha podido ser una accidente, menos mal que no lo fue, porque está
claro que un carro es una fuente de peligro.
Se
le acercó un hombre, no tan mayor, digamos que con seguridad pasaba los
cuarenta. Bajo pero corpulento, con una voz ronca de estas que te recuerdan a
algunos locutores de los que hablan rápido, que sueltan palabras en ráfaga y
golpeando. Y golpeado, con todo el derecho que le daba sentirse agraviado, comenzó
a reclamarle de una forma que ya no era maleducada, era de bullie. Batiendo
manos. Alzando la voz. Repitiendo frases sin sentido. De una forma que me hizo
retorcerme en el asiento pensando, si esto no se acaba allá, vendrán golpes o
algo. Porque he aquí lo que sucede con el bullie, que a medida que va soltando
palabras golpeadas, el tono va subiendo, se va sintiendo más valiente y la cosa
va escalando.
Mi
esposo le volvió a pedir disculpas, tragó duro, y se montó en el carro, pero no
pudo evitarlo, y antes de cerrar la puerta le dijo, disculpa de nuevo y la
próxima vez no me grites. Eso fue suficiente para desatar la furia del señor
que creía que la hora de descarga se había terminado. De forma agresiva tocó el
vidrio del piloto, como quien toca la puerta pero no la quiere tocar, sino que
la quiere tumbar. Apretando los labios y con expresión, de ya tú vas a ver lo
que tengo yo para gritarte.
Mi
esposo le abrió la puerta, mientras yo le rogaba que por favor no fuese a ser
parte de un pleito, que no hacía falta, que sus hijos, que el fin de semana, lo
que todos sabemos. Tenemos tanto por qué pelear. Tenemos al bullie de los bullies
sentando encima nuestro, ¿nos vamos a pelear por un frenazo en un
estacionamiento?
Yo
la verdad no recuerdo lo que le dijo, y no lo recuerdo porque mi atención se
dirigió a contestar la pregunta de mi hija, mami, ¿por qué ese señor le habla
así a mí papá? La respuesta no la tuve, y no la tengo, de verdad todavía no la
tengo, pero algo tenía que contestar,
así que dije lo que me salió, hija porque está asustado.
Después
me arrepentí, porque el miedo no excusa semejante comportamiento. Quisiera explicarle,
que esto no tiene excusa. Sí, uno es humano, pero incluso ser humano no excusa,
para eso se inventó la disculpa, para pedirla, para usarla como método de
reflexión. Me gustaría que también entendiera que sinceramente, aunque mi
esposo haya tenido la culpa en un momento, aunque haya sido él quien debía una
disculpa en un primer momento, la cual otorgó, con la humildad pertinente,
luego se convirtió en el merecedor de una, que por supuesto no va a llegar.
Como tampoco llegará, (espero estar equivocada) una reflexión de parte de este
individuo, de que tuvo la razón y la perdió.
Incidentes
como este son ejemplo de lo golpeado que está nuestro pobre país. A veces
pensamos que la raíz de nuestros problemas está en el gobierno, en la gente que
“todavía es chavista”, en la gente que no entiende porque no tiene acceso a
educación, o vive en la pobreza, o es víctima de la violencia, entre tantos
otros factores. Pero la verdad es que el golpe moral ha sido por todos lados, y
me duele ver que mucha gente que uno supone instruida no sabe cómo comportarse.
Me duele. Me duele como aprendimos la arrogancia, la prepotencia, el pedestal
el supuesto derecho a aplastar a los demás porque creemos que tenemos la razón
y eso es suficiente. Ese es el daño más grande que ha sufrido Venezuela.
Dañar
al país no es nada más robar, meterse en ilícitos, tirar basura al piso,
maldecir a la Vinotinto, huirle al trabajo, evitar el servicio comunitario,
buscar la salida fácil en todo, contribuir con la corrupción a baja escala, es
decir, buscarse un gestor para un trámite, o ceder ante la matraca de un
policía de tránsito, o no pagar impuestos. Comportarse de esta forma, y más
delante de niños es dañar al país. Es sumar a la violencia que nos rodea, que
no es sólo balas, es la incapacidad de resolver un desacuerdo o un evento
desafortunado hablando. Y aprovecho para decirles a quienes resuelven todos sus
conflictos vía teléfono inteligente, que la forma más tonta de agravar
problemas y crear barreras, generar malos entendidos y contribuir al
desencuentro como sociedad es a través de la agresividad de esos aparatos. No es
la forma. Como nos decían de pequeños, los problemas se resuelven hablando, y
creo que ese gerundio no hay que definirlo a estas alturas del partido.
Usualmente
ante cosas como esta me quedaba callada. Ya no. Ahora las escribo. Sin nombrar
porque no me interesa. Pero lo digo, porque el país que quiero no este, es el
de la gente que da, acepta disculpas, y aquí no ha pasado nada. Como en efecto
no había pasado afortunadamente aquella tarde.
Es
el país de la gente que sabe que a la hora de resolver un conflicto hay un
primer y tal vez único mandamiento: lo cortés no quita lo valiente.
Comentarios
En lo personal he encontrado infinidad de veces más calidez y principios en una zona popular que en el este de Caracas, aunque ahí también he encontrado seres geniales que sólo quieren ayudar y cultivar el espíritu de la unidad, la alegría, la serenidad y la paz.
Friend, esto es un llamado a ti y tus lectores a que trasciendan los prejuicios y los opuestos, a que se acerquen y dialoguen. Al fin y al cabo, la discriminación trajo todo este embrollo como consecuencia en primer lugar. Es fácil que al de arriba se le olvide al que está abajo, y lo oprime y lo subyuga, lo castra. Sin querer queriendo como quien dice. Es fácil para el de "abajo" odiar y criar rencores. Mas todo eso se puede dejar para así re-crear una nueva sociedad, que es la tarea que tenemos por delante. Eso sí, si seguimos en ese plan de confrontación y nos dejamos naricear por medios y políticos mediocres que al final sólo velan por sus metas privadas y privilegios, no iremos a ningún lado. Todo empieza por el buen trato, independientemente del color de piel y la situación de vida del otro.
"Para darse la buena vida hay que dar la buena vida" Fernando Savater
Veo que así lo piensas.
Gracias por compartir tus experiencias, feliz día. Gracias.