Madres y el Síndrome de Múltiples Vidas

Hoy en día las madres padecemos de algo que se llama: Síndrome de Múltiple Vidas. Suena a algo parecido al de Personalidad Múltiple, sólo que no encarnas a otra, ni dejas de ser tú, consciente o inconscientemente. Muy al contrario, sigues siendo tú, sólo que vives distintas vidas a la vez.

La principal es la de la madre. La que no duerme si el niño está tosiendo, aunque no te pares de la cama, por no querer ser esa mujer sobre protectora y paranoica que hace de sus hijos gente que no se puede valer por sí misma, pero pasas toda la noche con un ojo abierto. Esperando la señal indicada para pararte y tomar acción.

Eres la que viste, la que prepara la lonchera mientras a duras penas se come algo para poder decir con toda la autoridad del mundo “yo desayuno.” Eres la que lleva al colegio y se baja, con un ojo puesto en la calle por si viene un ladrón, otro ojo en el niño para bajarlo con cuidado y un tercer ojo puesto en la cantidad de cosas que llevas encima. Lonchera, llaves y teléfono como mínimo y algún juguete que el chamo decidió que era imprescindible llevar al colegio.

Eres la que se desmorona cuando ve la carita que se queda en el colegio. Siempre te pasa. Por más que se quede contento y adore su colegio, hay algo que se rompe al separarnos de ellos. Como si estuviésemos cometiendo un acto anti-natura y cruel, como si al dejarlos, por más que nuestro intelecto se empeñe en convencernos de que estamos haciendo lo correcto, algo muy profundo nos diga que madre e hijo son uno solo y deberían estar todo el tiempo.

Quizás lo que sucede es que como madre sabes que nadie lo va a cuidar igual que tú. Nadie lo va a defender igual que tú. Nadie lo va a limpiar, ni le va a dar la comida igual que tú. Nadie va a interpretar su llanto igual que tú. Nadie lo va a mirar a los ojos igual que tú. Nadie le va a ofrecer un hombro como el tuyo para que llore, ni a aparentar una orgullosa calma cuando se caiga para enseñarle que la vida está llena de goles, aunque por dentro estés quebrándote de angustia.

La madre además tiene otras vidas. Porque no basta quedarse en la casa, no basta con los pañales y los chupones. Hoy en día las madres tenemos que tener esas otras vidas. La de la pareja amorosa y comprensiva, esa que está física e intelectualmente activa. Seas soltera o casada, seas la novia de turno, la amante perfecta o la mujer confundida, las mujeres hemos aprendido que nuestro lado afectivo toma trabajo.

Además tienes que tener una vida propia. Un motivo. Una razón. Algo que te convierta en ejemplo. Cierto, algunas mujeres hacen de su casa un ejemplo, pero pareciera que ese modelo es cada vez más un atavismo. Ahora tienes que tener una vida profesional. Un trabajo en el que eres impecable, porque no te puedes dar el lujo de decirles a tus hijos que en el trabajo eres mediocre, que no das la talla. Con qué moral los impulsas a ser mejores cada día, si no haces tu mejor esfuerzo.

En esa vida te toca ser la ejecutiva, puntual, que llega impecable, sin rastros de compota en la camisa, oliendo a perfume de alguna casa francesa y no a colonia Chicco o peor aún, al pañal que cambiaste a toda carrera cuando ya tenías todo listo para salir. Eres la que siempre le atiende el teléfono al jefe, la que por un lado resuelve una crisis de personal y por otro prepara un baño o recoge juguetes. Eres las que tiene la presentación lista y la que no tiene más remedio que trabajar proyectos mentalmente bajo la ducha porque es el único momento que queda libre para dar rienda suelta a la creatividad.

Y como dice Ira, y encima tienes que estar buena.

La verdad inexpugnable es que los hijos y las alegrías que nos dan valen cada una de esas vidas y muchas más. No hay experiencia más intensa que la de ser madre. Felicitaciones a todas, las que son, las que están por serlo, las que lo serán.

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