Wham Bam, Van Dame


En el marco de mis 52 cosas buenas el viernes pasado me volvió salir otra especie "hada madrina" o debería decir galán de otoño al rescate. Me hizo pensar que si estuviera soltera no sería mala estrategia pasearme con cosas pesadas por edificios de oficina a ver qué se pesca. Eso dado que últimamente lo que uno ve en las discotecas es de horror.
En fin, el punto es que el viernes decidí llevarme a mi casa una caja de vinos que está haciendo desorden en mi oficina desde hace ya bastante tiempo. El diseñador que trabaja conmigo estaba full y aunque se ofreció muy cortésmente la caja no estaba pesada y me las quise dar de mujer-independiente-carga-su-caja, aunque si me dio como la espinita de que al día siguiente me iba a dar tremendo lumbago.
Lo cierto es que llego al lobby de la Planta Alta de este coso que llaman La Pirámide y cuando voy a apretar el botón del ascensor con el codo una voz viene y con un acento colombiano-agringado-venezolanoso me dice:
- Aaaayyy, pero nooo, una muchacha como Ussted no puede estar cargando esas cajas así.
Y cortésmente agarra la caja de madera que tenía 6 botellas de vino (tampoco era tan grave, no hacía falta la melena de Sansón). Lo cierto es que el amigo muy simpático se puso a hablar de vinos y a darme consejos de cómo guardarlo, que si él era restaurantero, etc...
Cuando llegamos al sótano 1 tengo que rescatar las llaves de mi carro del parquero, por lo que le digo al amigo que está bien que coloque la caja en cualquier lugar, en el piso o dónde sea porque rescatar las llaves y luego adivinar dónde el pana dejó el carro puede tomar desde 30 segundos hasta 15 interminables minutos, donde además uno empieza a percibir el olor a pipí del fondo del estacionamiento.
Van Dame coloca las botellas en una mesa que es como un escritorio de ministerio de los 80 (hoy en día ya ni sé como son), esos de metal, grises, todo raspado y que tiene así marcado con una llave: Mi Cuchi, TQQJ.
No he dado dos pasos hacia las filas de carros cuando escucho más o menos el cordonazo de San Francisco. Una serie de ruidos metálicos, con alguito de vidrio, como si hubiera chocado un autobús contra un Fiat Cinquecento, además amplificado por la "acústica" del estacionamiento.
Me volteo: mi caja de vinos, de madera, con los vinos adentro envueltos en papel de seda, que he estado empollando en mi oficina durante de meses, termina de rodar junto con el calendario de Chicas Polar que tenía el pana en la mesa.
El pobre galán de otoño, ahora no parece tanto Van Dame, sino más bien Dino el perro de los Picapiedras, atiende la caja rogando que no esté ninguna botella rota. Se salvaron todas. La recoje, sigue siendo Van Dame.
Eso sí, esta vez me la da, porque por muy Van Dame mejor que cada uno cargue con su caja y con su muerto.
Nos vamos y estamos dejando el escritorio cuando escucho a Van Dame,
- Aaaaaaahhh…es que le faltaba una paaataaaaa!!!!
Yo pienso: El Soldado Universal jamás hubiese dicho eso… Así que me voy a buscar mi carro y dejamos en el suelo a la mesa mocha para que se consuele con media nalga de Marjorie de Sousa que se ve a lo lejos.

Las galanterías que me hacen tienen que ser bizarras.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
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