No es cuestión de una planilla
Ayer con la entrega de la planilla se generó un clima
casi de euforia absurda. Como siempre al rato nos cayó un baño de realidad. No
entiendo un esquema de pensamiento cuya conclusión sea que un régimen de esta
naturaleza se vaya a revocar porque así lo dice la ley o porque de pronto un
grupo de funcionarios toma consciencia sobre la situación actual. Cualquier
salida que usted apoye, contemple o le parezca la más sensata pasa por la
presión ciudadana. Tal como están las cosas vamos a revocar para dejar en el mejor
de los casos a Artistóbulo en el poder. Pero no se confundan, que Maduro es
capaz de nombrarse a sí mismo vice – presidente, o pedirle al TSJ que sentencie
que si luego de revocado puede regresar como regresan en las películas los
muertos vivientes. Estamos claros que aquí no hay un árbitro electoral
dispuesto a ejercer una función democrática.
No lo digo para “desanimar”. No. Pero uno tiene que
ser realista, porque este tipo de euforias ciegas tienen una contraparte que es
una desmoralización que causa un efecto muchísimo más nocivo que asumir tu
papel de David frente a Goliat.
El país se nos cae a pedazos. Literal y
metafóricamente. El que no se siente triste, desanimado, juega a negación. Yo
crecí en un país distinto, la gente aquí tenía otra sonrisa. Ahora llevamos la
angustia a flor de piel. Cada persona que te cruzas busca desahogarse. Cada
frase es una descarga o una oración. Pero si en algo estamos de acuerdo es que
la salida la queremos, pero no la tenemos clara. Es lógico, sano, inteligente
asumir que no puede venir de una sola persona, y que no va a ser producto de
una sola corriente de ideas. Tiene que venir un proceso de consenso, de
compromiso. Aquello que Adolfo Suarez soñaba para España, la concordia.
Una vez más es el momento de la sociedad civil, como
lo fue el 6D pasado. Si ganamos la asamblea fue mucho más que una avalancha de
votos. Hubo una gran movilización ciudadana antes, durante y después del
proceso electoral. Si usted está pensando que ganamos porque el sistema está blindando
y "no pudieron" hacer nada, pues debe abrir un poco más los ojos. Si
pensamos que un Yo Revoco implica ir a firmar y luego proceder a esperar a que su líder favorito o aquel del que está enamorado lo
llame para explicarle cómo es el tarjetón vamos por muy mal camino. Sí. La
constitución, la ley, el país dicen muchas cosas pero lo cierto es que a este
régimen nada de eso le importa. Y no es una opinión es un hecho que se
demuestra todos los días. Desde usurpar las funciones de la Asamblea Nacional hasta
pisotear todos los derechos que la constitución establece como inalienables.
Vivimos una guerra no declarada. Este clima de caos es justamente su
estrategia, porque la emoción que nos mueve a todos en este momento es el
miedo. O mejor dicho, no nos mueve, es la que nos paraliza. Es también la que
nos hace dividirnos. Incertidumbre constante y total dependencia. No es nada
Nuevo, está escrito en los libros de historia y en la literatura de aquellos
países que han vivido procesos como este. Esto va mucho mas allá de una
planilla, una firma y un domingo de elecciones, que tal como están las cosas
hay que aceptar no va a ser este año. Viene el momento de asumir la
responsabilidad que tenemos como ciudadanos. Si queremos un país libre vamos a
tener que construirlo a pulso. Vamos a tener que cambiar nuestro esquema de
pensamiento y aceptar que la Unidad no es sentarnos todos detrás de una sola
persona a hacer obedientemente lo que se nos pide. Eso justamente es lo que
queremos cambiar. Nos toca asumir una posición firme, reconocer nuestros
derechos y exigirlos tanto al gobierno como a la oposición. Nos toca visualizar
realmente cuál es la Venezuela que queremos, si es una verdaderamente
democrática y libre, o si vamos a cambiar un caudillismo por otro.
Una Venezuela distinta requerirá ciudadanos distintos.
Con otra visión de su país y de su responsabilidad hacia él. Ejercer la
ciudadanía pasa por cosas tan sencillas como respetar los semáforos, hasta
algunas más complejas como la empatía hacia los otros y la consciencia de que
todo derecho genera un deber. En el futuro tenemos que exigir a los políticos
vocación de servicio, formación, respeto, transparencia y eficiencia, eso sí.
Debemos demostrarla nosotros. Así como ahora debemos demostrar unidad y coraje entre
ciudadanos.
Uno no puede reconstruir ni una casa de madera, ni un
país si no tiene la visión de qué quiere. Francamente llega la hora de mirarnos
al espejo y preguntarnos qué queremos, dejar de pensar que es imposible y
echarle la culpa a un gobierno o a otro grupo de gente. El país es nuestro. ¿Lo
haces ya o sigues esperando? Pero sea lo que sea debe ser una decisión tuya y no lo que alguien dice por ti, mucho menos comprar una fantasía que te venden. El país no nos lo van a regalar.
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