Maravillas
Al ver el eclipse de luna quizás
muchos nos preguntemos dónde estaremos en 33 años. En qué condiciones y con
quién. En ese tiempo el que está naciendo ya tendrá una vida, un pasado, un par
de crisis existenciales, tal vez hasta una hipoteca y un prontuario amoroso. O
quizás no pase nada. Porque hay vidas en las que no pasa demasiado, al menos no
a simple vista, aunque siempre me pregunto si hay gente que vive igual todo el
tiempo, sólo que acumulando arrugas y manchas de sol, o si es que lo esconden
bien. El estoicismo de algunas sonrisas y semblantes llenos de paz es algo que
uno no puede subestimar, ni tomar por sentado como divisa de normalidad.
Me pregunto cuántas muertes,
cuántos cambios de gobierno, cuántas fluctuaciones de mercado, famosos caídos
en desgracia, desconocidos que suben al estrellado, treinta y tres películas
ganadoras del Oscar y otros tantas completamente ignoradas. Millones de libros,
de cenas con los amigos, de días de furia y de calma, de mirar hacia atrás y todavía
hacia delante. En treinta y tres años yo todavía seré una mujer que se a
considerará joven. Si no me falla el hígado, ni las enfermedades mentales, ni
las ganas, ni el corazón, si no me juega una mala pasada la película de comedia
trágica que vivimos en este país, yo podría ver dos más de estos. Uno como el
de ayer con ganas de futuro y uno aún con deseos de inventar y ya mucho en todo
de pasado. Uno en estado de cansancio y mucha vejez y seré de esas viejas que
le gusta mandar el mundo a la mierda.
Es fascinante ver cómo la luna
se va cubriendo. Como va quedando en sombra. Gigante por su acercamiento a la
Tierra a unos 37.000 kilómetros, se ve mucho más grande que de costumbre. La
luna es nuestro escudo protector. La cara que no vemos está cubierta de
cráteres producto del impacto de deshecho espacial que no llega a nosotros por
ella y por nuestro campo magnético.
El universo. Ese infinito que se
expande. Inabarcable. Casi a veces inimaginable. Lo que hay allá afuera y las
ganas de verlo. De mirar de cerca los fenómenos, de intentar entender lo que
significan para nosotros, como somos parte de ellos, víctima de ellos,
dependientes de ellos, meros espectadores, turistas de esta galaxia, habitantes
de una mínima parte de una inmensidad que se abre constantemente, sin descanso.
Como me gustaría tocar una supernova, o ver por un momento la superficie de un
planeta como Júpiter y mirar a su cielo. ¿Cómo serán los mares que se esconden
bajo la superficie dura y helada de Plutón? ¿Cómo se hizo esta belleza que
parece ser tan singular, única, variada, que a veces parece enorme, como es la
Tierra? Si en este pedazo hay tanta maravilla, ¿qué habrá allá fuera? En Andrómeda,
en la Galaxia del Triángulo.
En treinta y tres años no
veremos otro igual de mágico y de complejo. Mientras tanto a llenar la hoja en
blanco, a no descansar un minuto, a mirar de frente la vida, los ojos que tanto
buscamos, el espejo que queremos evitar, a no perder el tiempo en llanto
inútil, ni recogiendo el agua derramada, ni esperando momentos perfectos, ni
palabras precisas, ni imitando a nadie, ni escalando paredes resbaladizas, ni
lanzándonos al pantano cuando podemos ir de frente sobre un camino difícil e
impredecible, pero lleno de aventura. La luna. La vida. Los eclipses. El
universo. Es todo una maravilla.
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