Esto llegó para que aprendiéramos
La imagen que habla sobre alguien que entendió que no sólo era jugar política. Era jugarse la democracia. Jugarse el país. Jugarse el futuro de la gente. La calidad de hombres que necesitamos.
En estos días
comentando la tragedia cotidiana que se ha vuelto este país y la necesidad
imperiosa que tenemos de desahogarnos cada vez que nos encontramos con alguien,
me di cuenta que entre los muchos consuelos que buscamos está el de “esto tenía
que llegar para que aprendiéramos”. Tiendo, o al menos lo hacía, a estar de
acuerdo con esa frase, y la verdad sería un poco arrogante no estarlo, pues
siempre hay algo que aprender, por más versados e inteligentes que seamos. A veces
pienso que el diablo no es más sabio por viejo que por diablo, sino porque deja
un espacio de humildad para dudar de sí mismo y aprender de errores y buscar
nuevas fuentes de aprendizaje y sabiduría. Escucha. Observa. Incluso medita y
calcula antes de actuar. Esta actitud me lleva al venezolano, porque cargamos
esta desgracia como nuestra cruz, como nuestro castigo divino, con un sentido
de culpabilidad propio del extremismo religioso. Ni siquiera la voluntad de Dios
o la generación desafortunada, no, nos denominamos merecedores de la desagracia
como resultado del pobre pueblo que fuimos, que nos dejó hechos un pobre
pueblo.
Luego repaso lo
poco que sé de nuestra historia y lo poco que he recorrido este país. Las
clases que he dado en lugares remotos, la gente que he conocido, las historias
que me han contado, tanto las que han llegado de boca en boca, como las que
fueron contadas en primera persona y las que han llegado por distintas vías. La
verdad, tenemos la autoestima demasiado baja para lo que somos. Cuesta creerlo,
porque nos han convencido que somos lo más bajo del escalafón humano, porque
nos convencieron de que no tenemos talento, ni inteligencia y lo que es peor,
que no teníamos recursos. Nos convertimos en una nación que víctima de un
populismo que acabó con la voluntad ciudadana desde mucho antes de Chávez, a
través de un populismo atroz que sólo sirvió para jugar a la política y dilapidar
recursos. Y todo desembocó en la entrada de una dictadura en la que cedimos el
poder político porque pensamos que el ciudadano no contaba para nada.
Cuando nos planteamos
haber aprendido creo que en general hablamos de una madurez política que tiene
que ver con la forma de manejar nuestras instituciones, los valores
democráticos y humanos necesarios para llevar a un país hacia un futuro mejor. Si
bien es cierto que los valores ciudadanos son fundamentales, yo creo que la mayoría de los venezolanos no sólo ha
aprendido mucho más de lo que parece a simple vista y en las planas de los
periódicos, sino que además lo ha demostrado en varias oportunidades, cuando
las ha tenido. Es más bien la clase política la que nos ha defraudado, y he ahí
el problema. No hemos aprendido. O mejor dicho, no han aprendido nada.
Sin duda el valor fundamental de una democracia es la
libertad de derechos. En cuanto al de opinión puede que sea el más importante. El
que puede y quiere que haga uso de su derecho, lo cual, como ciudadana celebro,
aunque muchas veces no esté de acuerdo y de hecho, en franco desacuerdo. A
veces duele y molesta, pero la realidad es que para que una sociedad sea libre
todos tienen que expresarse y la madurez está en saber tolerar, a veces
callado, la opinión del otro. Sin embargo, también uno tiene derecho de
expresar la frustración, sobre todo al ver que son hombres de la vieja guardia
que se expresan de un modo que denotan que aquello que los ciudadanos tanto esperamos
y necesitamos, que es el país entero haya aprendido, no ha sucedido de ningún
modo.
No creo que haya
que pedirle a ningún político que no aspire, sea a ser alcalde o a ser
presidente, a ver surgir su partido, a conseguir sus metas personales. Creo que
es lo más ridículo del mundo pensar que en política habrá misioneros y mártires.
Incluso puede llegar a ser hasta contraproducente. La política tiene que tener
un retorno para quien la ejerce, como cualquier oficio. Eso sí, un retorno
justo, medido, regulado por la democracia que cuando funciona bien es un
sistema que se retroalimenta. Luego ve uno que el problema no es la democracia,
sino quienes la fracturan al invocarla pero estan lejos de practicarla. En
cuanto a Venezuela, podemos comportarnos como los mejores ciudadanos, sobrepasar
con creces a los de las naciones más potentes y desarrolladas pero sin liderazgo
inteligente y honesto no vamos a salir de este atolladero.
Puede que un
ciudadano o un político de alto no rango no esté de acuerdo con las ideas y
planteamientos de otro, incluso que sienta y hasta exprese que la persona no es
de su agrado, pero a estas alturas debería entender que la solidaridad no
impide el debate. Al contrario le otorga validez a quien ejerce el derecho de
palabra y dota sus ideas de lucidez. Eso es justamente lo que necesita un país
como éste, que no sólo necesita hombres y mujeres de valores, sino que necesita
que apelen a ellos para la reconciliación. Porque sin reconciliación no habrá
transición que funcione, por más que la rabia nos quiera convencer de lo
contrario. Estos últimos días y ciertas acciones me han hecho pensar en la
España de la transición a la democracia, y en la forma como Adolfo Suárez, Gutiérrez
Mellado y Santiago Carrillo entre otros, dejaron pasar a quienes por derecho
democrático les tocaba una voz y un derecho a existir en política, incluso
sacrificando sus cargos y sus carreras, sin salirse del juego pero entendiendo
que a veces, el juego político, si va a ser democrático, y plantea una real
reconciliación es así de riesgoso, vengativo e ingrato.
El cambio que
queremos es justamente ése. Un país nuevo, de líderes nuevos en todos los sectores,
incluido el periodismo, pero esa novedad
no tiene nada que ver con el nombre y
apellido, tiene que ver con la actitud, los valores, la forma de actuar y de
comportarse. No queremos mártires, ni caudillos, ni la salvación instantánea, o
tal vez no se puede generalizar, porque algunos si la quieren, pero la mayoría
lo que añora es el derecho a aspirar a una vida mejor y que no todo dependa de
cómo juegan los que todavía creen que esto es Parque Jurásico y que la gente es
tonta y nadie aprendió nada. Necesitamos en todos los sectores gente con
principios e ideas claras, con voluntad de reconciliación y reconocimiento de
la verdadera tolerancia, que no significa ignorar –en el mejor de los casos- a
los que piensan distinto, o patearlos sutilmente, y admirar cual Narciso la
idea propia en un grupo cerrado, pensando que si de diez personas para arriba te
dan la razón, será que uno la tiene. Lo que buscan los ciudadanos es liderazgo
que haya aprendido. Si bien es cierto que necesitamos a los jóvenes que vienen
surgiendo, también es clave que la vieja guardia entienda eso de que el diablo,
observa, escucha y toma nota, que lo que la gente quiere no le pasa
desapercibido. Es decir que si hasta el diablo ha aprendido algo aquí esperemos
que el resto de quienes tienen tanta
responsabilidad también lo hagan.
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