Las Reglas de Preescolar


Cada vez me convenzo más de que todo lo que está de preparatorio para arriba es una pérdida de tiempo. No es que estoy fomentando el ausentismo en las aulas. Sino que hay cosas que no te enseña el Algebra de Baldor, ni te las dice el profe de Introducción al Derecho. Y son cosas básicas. Tan válidas hoy en día, como en ese momento. Algunas las aplicamos por inercia, porque para eso nos trituraron el cerebro con ellas. Otras aunque parecen obvias…no tanto.

- Lavarse las manos. ¿Cuántos adultos conoce uno que no se lavan las manos? Más de una vez he estado en un baño público y veo salir a una vieja toda pispiereta que le pasa de largo a los lavamanos. Y en restoranes además. Es como para decirle "Señora. ¿Un poquito de agua y jabón le haría daño?" Lavarse las manos es sensato. Antes de comer. Después de ir al baño. No es que te vas a volver un freak que se borra las huellas digitales. Que no va a un carrito de perros porque no hay baño, o que le pone Purell a los mesoneros en las manos. No. Pero no está demás una lavadita de manos.

- Recoger después de jugar: Si yo le hubiera parado a esta regla no viviría en una especia de Tienda de Gitanos. No hay lugares para las cosas. No hay cosas para los lugares. Simplemente hay cosas por todos lados. Y además tres perros y un bebé. Si tan sólo hubiese sido de las que se quedaban recogiendo los tacos en vez de echar carro y salir directo a buscar la lonchera, otro gallo cantaría.

- Hay que Compartir: Nada como un amigo generoso. Yo no puedo decir que no soy generosa. Pero no miento, no estoy en el Cuadro de Honor de la Legión Madre Teresa de Calcuta. Es más, me identifico con el capítulo de Friends en que Joey trata de explicar que él no comparte la comida. (¡Joey doesn´t share food!) Me recuerda a mi mejor amiga que en el colegio llevaba dos meriendas. Una para compartir y una para ella, de la que no daba ni que te arrastraras suplicando. En su casa hacían las mejores cotufas, y ella con sus dos bolsas era feliz, hacía amigas y no pasaba hambre. No sé por qué nunca lo hice. Pero siempre me amargó que me pidieran. Me molesta cuando mi esposo mete su tenedor en mi plato. Le tuerzo los ojos cuando se toma mi agua. Y peor, a veces le digo a mi hija "Clarissa, ¡Esa es la torta de mamá!"

- Hay que levantar la mano para hablar: No hay nada más cuchi que los chamitos pacientemente esperando su turno con la mano levantada. Algunos muriéndose diciendo "maestra yo. Porfa, yo." ¡Al ser humano cómo le encanta hablar, carajo! Después pasa el tiempo, y uno no tiene que pedir derecho de palabra, sino que siente que el mundo se lo otorgó. Mi peor defecto es lo mucho que interrumpo. Me identifico con esa Frase de Fito Paez que dice que el tiempo a veces le ha enseñado a callar. Yo no aprendo bien la lección. Pero debería. Si uno levantara la mano, no sólo sería más educado, sino que pensaría mejor lo que va a decir. Muchas veces es un refrito de algo ya dicho. Otras es algo que hace daño. Algunas, es incoherente. Otras, simplemente era mejor no decirlo, porque no añade nada.

- ¿A quién debemos obedecer? A los padres y a los maestros. No hay que pararle bola a más nadie. A más nadie. A repetirlo. No hay que pararle bola a más nadie. Uno se la pasa pensando, que si fulano dijo. Que si una amiga dijo. Que si le voy a hacer caso a Mengana porque ella sabe. Nada. Uno le hace caso a sus papás y a los entendidos en el tema. Eso me recuerda cuando estaba embarazada. Cada dos días venía alguien distinto, con buena intención pero igual me volvía loca. Que si tomara agua de coco con cartílago de rata. Que si no me bañara después de las cuatro de la tarde. Que si el ojo de pescado hacía que los niños nacieran con menos habilidades para pintar. Joder. Uno para en loco. Hasta que dije, sabes qué. Lo que diga mi obstetra. Si el hombre dice vaya y dele un besito al heladero Haitiano del Parque Aruflo, eso hubiera hecho. Y a mi mamá y mi papá, también los escucho porque son mi mamá y mi papá, ¿hace falta otra razón?

- No Juegues con la Comida: De haberlo aplicado. La comida no es un juego. Engordas. Adelgazas. Con lo que si no estoy de acuerdo en con terminar el plato entero. Cuántos kilómetros, cuantas sentadillas le hubiera ahorrado a mis posaderas si hubiese dejado spaghetti con salsa de carne en el plato en vez de tragármelo todo, como si me pisaran el pie y abriera la bocota cual papelera de baño. Además uno no puede andar inventado, todos nos hemos comido ese camarón dudoso que a las pocas horas nos ha hecho lamentarnos y pasar los peores momentos de nuestras vidas. Con la comida no se juega. Es en serio.

- Si a ti te pegan, tú pegas: Esa no la dice la maestra, pero los papás se la dicen al chamo que llega mordido y coñaceado todos los días. El problema es que por lo general a los adultos les da un poco de miedo engendrar seres que después pasarán el resto de su vida aplicando la de ojo por ojo. Y tienen razón. Nada peor que un ser lleno de ponzoña. Que todo lo tiene que devolver porque no pasa una. Sí. Pero también es cierto que uno a veces tiene que defenderse, y defender lo suyo. Es parte de lo que nos pasa como país, vemos como nos arrebatan las cosas y no hacemos nada. Como si no fuera con nosotros. Yo le busco el lado positivo y pienso que somos tan pero tan pero tan democráticos, que simplemente esperamos a solucionar todo por la vía más idónea. Pero no sé, creo que a veces hace falta un poco de uña en la vida. Y si te dan un coñazo, soltar la derecha y hacerte valer.

- Díganse perdón y abrácense: Así se resolvían los peos en kínder. Hasta el sol de hoy me pregunto ¿por qué los adultos no podemos? Alguien dice perdón y casi siempre se encuentra con respuestas como: "las palabras se las lleva el viento, qué perdón ni qué perdón, tú crees que con perdón revives a tu muerto." No que todo lo anterior no sea verdad, pero cuando uno perdona, sin ponerse a argumentar esas teorías uno se hace infinitamente libre. Es como darle un masaje al alma. Te liberas del peo. Lo dejas atrás. Ya no es tu problema, porque ya perdonaste. Y pedirlo, aunque es difícil se siente también muy bien. Uno se siente chiquito, pero a la vez grande.

- Se dice por favor y se dice gracias: estas no tienen explicación. Lo cortés no quita lo valiente. Un poquito te lleva muy lejos. Todas esas cosas las decía mi mamá.

- Bueeeenoosss Díiiaaaaaaaaassss: eso cómo lo extraño. Cada vez que alguien entraba al salón había que pararse y todo el mundo lo decía. No. No lo decía. Lo cantaba con aquella mezcla de flojera y echadera de broma. Parece que de grandes no aprendimos nada y pasamos la factura, porque entras a un ascensor y a menos que te devuelvas tu mismo el saludo no escuchas ni un timbre de celular.

- El que llegue de último es un huevo podrido: Pareciera que ese jueguito lo llevamos por dentro. Es por eso que la gente no da paso cuando maneja. Es por eso que estás haciendo una cola para entrar el cine, con asientos numerados y un vivo se te quiere colear. Es por eso que cuando anuncian la salida de un vuelo se para todo el mundo como si dijeran "el que llegue de último…" y empujan a embarazadas y abuelitas. Esa regla como sociedad no es la mejor, pero a veces hay que aplicarla. Porque en la Ciudad de la Furia, si llegas de último te jodes.

Puede ser que aprendamos uno que otro oficio a lo largo de la vida. Pero cambiar. Lo que se dice cambiar, no lo hacemos mucho. Y a veces las respuestas que estamos buscando se encuentran en regresar a lo básico.

Comentarios

Joeif Duggir ha dicho que…
Llevo 3 horas prendada de tu blog, no es un Mierlunes muy eficiente, pero me he divertido. Esto del Preescolar, en serio, se lleva las palmas!! Estoy tan de acuerdo, que casi salgo rauda para anotarlo en una pancarta!!! Cuidate!!

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