¿Y tú qué propones?
Esta
es la típica pregunta con la que mucha gente te responde a las críticas de la
MUD. Son días de máxima confusión y de desaliento, y nada más frustrante que
sentir que la luz al final del túnel está tan cerca y no poder alcanzar la
salida. Es curioso lo que generas cuando emites una opinión política y en estos
días la mayoría de la gente quisiera más que nada sentir que somos todos una
sola voz y un solo camino. Yo no sé si es efecto de los años de polarización,
sin es la misma angustia, si es que perdimos la costumbre del desacuerdo, si es
miedo, incertidumbre, o si es miedo no tanto al régimen chavista, ni siquiera a
perder el futuro, sino a algo mucho más terrible que la propia muerte: la
resignación.
La
verdad es que yo como persona, como ciudadano no poseo en estos momentos una
idea política clara. No soy estratega de estas cosas. Así que mi propuesta no
tiene que ver con hacer esto o aquello. Soy un ciudadano que lee y aunque
cuando formo mi opiniones soy contundente y hablo fuerte también soy alguien
que escucha.
Yo
propongo en primer lugar asumir que esto es un totalitarismo que ejerce
terrorismo de estado. Y suena como una propuesta algo estéril, nula, un no
hacer nada. Algo a lo que se le puede responder “como si no lo supiéramos”,
pero la verdad es que a mí todavía me cuesta creer que esto es lo que estamos
viviendo y todavía me cuesta asimilarlo, mucho más comprenderlo. Pero creo que
hasta que no lo aceptemos, hasta que no lo interioricemos de verdad, no vamos a
poder entender realmente cuál va a ser el camino que nos guste o no tendremos
que tomar para recuperar nuestro país.
Al
día de hoy más que proponer un camino, una vía, me gustaría proponer una pausa.
Una pausa de reflexión. De lectura. De tiempo para una mirada interior, a lo
más profundo que de nosotros. Qué queremos, que soñamos, qué esperamos. No sólo
de los políticos, de los dirigentes, sino del país, de nosotros mismos. Cuál es
el país que queremos, pero cuál es la vida qué queremos. Eso que soñábamos con alcanzar,
con hacer, el lugar en el que queremos pasar nuestra vejez, la forma como
pretendemos esperar el ocaso de nuestra vida.
Adicionalmente
a ello tenemos que atender a las voces del pasado, las que ya han pasado por
esto, porque desde las Guerras Púnicas, desde la mítica Troya, hasta la II
Guerra Mundial, no somos los primeros en haber pasado dificultades, en haber
sentido que el mundo se acababa y en haberse aferrado a cualquier esperanza que
negara esa posibilidad. En la música, la poesía, en el cine, en los libros hay
ejemplos, hay compañía, hay rincones de sosiego. En el piano, la ciencia
ficción, las biografías de grandes hombres, en sus discursos, en las crónicas
de sus viajes, de sus campañas militares, de sus fracasos amorosos hay también
algo esperando para sanarnos, para orientarnos, para ayudarnos a renacer, no
tanto como país, sino como seres humanos.
Yo
propongo una pausa de lectura, de desarrollo del pensamiento crítico, de
reevaluación, de aprender algo de historia. Tal vez no encontremos todas las
respuestas o ninguna, pero sin duda alguna que la decisión que vayamos a tomar
como seres humanos venga también desde el pensamiento y desde el sosiego. Al
menos así no es más fácil aferrarnos a lo único que nos queda en estos
momentos: nuestros principios.
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