¿Qué irá a pasar?
Paso rato por la mañana mirando el techo y me cuesta decidir
levantarme de la cama. No sé hacia dónde encaminar mis pasos, ni qué debo
hacer. No sigo un orden de ideas y siento que mis metas no tienen sentido. Las
cosas que normalmente hago me parecen frívolas, otras inútiles, algunas a
destiempo, y pronto siento que me estoy borrando.
Miro y escucho, espero en la distancia el rumor de alguna
detonación. Según dicen se nos puede volver algo normal. Ciertamente ya no
causa el mismo estupor de los primeros días, pero normal tampoco se puede decir
que es. Es una costumbre extraña que no se puede definir. Entonces alargo la
mano y busco el teléfono y desesperadamente hurgo en la pantalla táctil a ver
si consigo alguna respuesta. No sé si intuyo que está pasando algo, si estoy
esperando que pase algo, si tengo miedo que pase algo. Es una combinación de
todo.
¿Qué irá a pasar? En lo político. En lo económico. En lo
familiar. Mientras tanto la vida sigue. Vuelve a amanecer. Un día más comienza.
Es un día más de vida que pasa. Es un día más que perdemos. Se nos va todo lo
que uno acumula en un día, la capacidad de producir, de crear, de construir.
Cada uno en su espacio. Porque el ama de casa de pronto no le interesa su
hogar, o no puede atenderlo. Porque el ingeniero no tiene con qué construir, no
lo consigue, no puede llegar a los materiales, no tiene los recursos, no puede
planificar. El comerciante está cercado por leyes y se ha visto convertido en
el chivo expiatorio de turno. Y uno el escritor, con todas las historias
acumuladas. Con todo el sentido atravesado detrás del pecho, sin saber bien por
dónde comenzar.
Pienso en irme. Pienso mucho en irme, pero no sé a dónde, ni
cómo, ni a hacer qué. Tampoco tengo ganas. Quiero irme, pero quedándome. Quiero
que mude la patria, quiero que cambie el ambiente, lo que respiramos. No sólo
por el gas lacrimógeno. Sino por lo que vemos, lo que oímos. Quiero voler a
planificar, a soñar, quiero volver a desvariar entre proyectos casi imposibles,
tan sólo porque siempre se me ocurren tantas cosas que yo misma no me doy
abasto. Quiero que se acabe este miedo. Miedo a todo. Miedo al discurso, miedo
a la propaganda, miedo a la relación con el dinero, miedo a las armas, miedo al
delito, miedo a la noche, miedo al día siguiente, miedo al llamar por teléfono
y al contestarlo. Quiero que se acabe esta destrucción, esta mediocridad por
todos lados. Quiero que se acabe esta rabia, estas ganas de pegar con la mano abierta
a todo el que está pasivo, a todo el que critica por deporte, a todo el que es
incapaz de algo de solidaridad y empatía y no ve el dolor de un pueblo entero
que grita. Quiero que se acabe esta sed de valores. Porque estamos sedientos de
valores.
Necesito un gesto humano. Necesito ver valentía,
solidaridad, empatía. Necesito ver indignación, verdadera indignación. Necesito
una mano y una mirada llena de coraje. Porque la verdad se me va a agotando el
espíritu entre tanta maldad y lo que siento es que se me están acumulando
muchas preguntas a Dios. Y de verdad, les pido a los religiosos respeto ante mi
duda. No voy a leer biblias, ni a repetir oraciones sistemáticamente. Yo
necesito más respuestas. No que alguien me diga, por qué pasó o esto o aquello,
por qué nos tocó, sino un análisis más racional de toda una coyuntura política
y por qué ciertos factores aún no terminan de ceder y de alzar la bandera
contra la injusticia, si al final estamos todos en la lucha por la vida. No me
importa el lado de la historia, yo quiero estar es un lado de la vida.
Confieso que no sé qué pensar. No sé qué hacer. No sé qué
estoy mirando. No sé qué pasa a mi alrededor. No sé canalizar los sucesos, ni
clasificarlos. No sé qué es una tragedia, ni qué es el destino, no sé qué debo
hacer, ni qué debo decir. Me siento a escribir porque es mi naturaleza y no me
queda otra salida. Me siento a llorar me desbordo, no aguanto, sencillamente no
me contengo. El llanto no es ni siquiera la respuesta a una emoción, es casi
como un reflejo, o el producto colateral de una cantidad de emociones
encontradas, todas negativas.
Confluyen la rabia, la angustia, el miedo, la impotencia, el
dolor, la desesperanza, la ansiedad. Siento que se nos va la vida, la
humanidad, todo se nos va. Que nos queda poca alma ya, porque frente a tanta
maldad e irracionalidad, frente a tanta mezquindad que se asoma de pronto uno
se siente infinitamente pequeño.
¿Qué irá a pasar? No quiero leer más artículos proféticos.
No quiero agarrarme de analistas, ni de profetas, tampoco de oraciones, ni de
pasajes bíblicos. Yo quiero volver a agarrarme de mí. De mi visión. De mi
proyecto. De mi convicción. De mis principios. Me he perdido en todo esto.
Perdí el país, perdí el suelo y estoy volando sin instrumentos y totalmente
desorientada.
Comentarios