Después de la Muerte: El Peso del Alma


Para pensar en la muerte sólo hay que estar vivo. Es el gran misterio de nuestra existencia y no hay nada que le hale las piernas a la imaginación como un misterio. ¿Qué hay después de la vida? Un todo. La nada. Cielo. Infierno. Purgatorio. Un universo paralelo. El mismo mundo en que ya vivimos pero ahora en otra forma. Mejor. Peor. Animal. Vegetal. Respuestas hay de todo tipo. Desde el que duda con toda su alma, hasta el que está convencido y arregla desde ya las cosas para el próximo estado de su alma. Como el que no come zanahorias porque regresa como hortaliza.

Yo siempre me imaginé algo muy parecido al peso de las almas de los egipcios. Su creencia es que luego que uno sale de este mundo navega (por eso en los alrededores de las pirámides se encontraron barcas) y llega a un lugar donde uno pasa por todo un proceso que culmina con el peso del corazón. Este se pone en una balanza, de un lado está obviamente el corazón, del otro una pluma. Si pesa más pues ni modo. Maldición eterna. Este será comido por una bestia con boca de cocodrilo y cuerpo de pantera.

Pregúntale a alguien con educación judeo-cristiana, con toda su tradición basada en la culpa. Desde la masturbación hasta el asesinato harán que nuestro corazón pese unas cuantas toneladas. Si viste una porno o peor, si pensaste en entrar en un puticlub o a un bar de bailarinas exóticas la pluma saldrá volando. Poco importa que lo hayas hecho. Lo mismo que si omitiste decir algunas verdades o ayudar a ese pobre mendigo que con dientes rotos y olor nauseabundo tocó tu ventana cuando al semáforo aún le quedaban unos cuantos segundos en rojo.

Hoy le dije a un amigo que imaginaba el cielo como Borges, con una gran biblioteca. Él me dice, exclente, lástima que a mí no me van a dejar entrar. No sé por qué yo he asumido todo este tiempo que yo sí tengo derecho a entrar. Tanto derecho que hasta hago planes y un diseño de las cosas que voy a tener allá arriba.

¿Y sí mi resultado es un corazón pesado? Porque a juzgar por lo que nos han enseñado, no importa tanto cuanto dicte la balanza interna, la de nuestra conciencia, sino la de las autoridades celestiales.

Siempre me imaginado algo así. Una figura como de hombre que busca entre una especie de estantería infinita, llena de frascos con plumas de distintos colores y distintos tipos. Busca cuál va a utilizar para pesar mi corazón. Todo depende de mi dossier. No van a usar la misma la pluma para mí que para para Carlos el Chacal. Me dirá:

- A ver, usted tiene el numero, 748296372846327846328746237.

- Sí. Yo quería hablarle de mi año 15. Bueno…yo…es que mire. Yo bueno, yo le tumbé el novio a Marielita Duarte. Pero, qué íbamos a saber de la vida entonces. No fue intencionalmente. Me gustaba el muchacho. Yo le gustaba.

- ¿Y por qué me dice eso?

- No entiendo.

- Lo que usted narra amiga, no era pecado.

Me quedo pensando. ¿Eso no era pecado? Pero si todo este tiempo yo he llevado eso en mi conciencia.

- Señor. Usted sabe bueno yo…

- Tampoco era pecado.

- Y el chocolate, la gula, las mañanas que desperté sin saber dónde había dormido. O esa en que después de lavarme los dientes salí corriendo a ver el celular y estaba la llamada perdida de él. Y me vino el recuerdo a la memoria. Sí. Ahora él estaba engachado pensando que yo quería, cuando yo lo que quería era olvidarme, pero no de él. Y se confundió. Yo no supe qué decirle. Entonces me empaté. Después vinieron más mentiras para terminar.

- Tampoco era pecado. Por favor. Déjeme trabajar. La cola es muy larga. Otro terremoto en un país del tercer mundo.

- Pero, todos estos años. Pensando en eso. ¿Años perdidos?

- No lo sé. Sólo sé que no era pecado.

Me imagino la gran cantidad de cosas que no sólo no entrarán en lista, sino que serán totalmente indiferentes, hasta equipararse con datos como, número de pasos dados en vida, número de fotos, número de comidas que te saltaste o días de vacaciones.

Uno está tan acostumbrado a la culpa que es escribiendo esto que me doy cuenta que cuando uno piensa en el juicio final, es a lo malo a lo que se dirige toda la atención. Lo bueno pareciera que no contara. ¿Fuiste un amigo leal? ¿Fuisete alguien honesto? Eras de los que llamaba en los cumpleaños, de los que mantuvo una promesa de amistad, de los que perdonaba fácilmente y le hacía la vida sencilla a los demás. O más bien fuiste de los que era una tragedia porque se ofendían por cualquier cosa.

Me pregunto si las palabras de los deudos realmente contarán. No las misas. No. Si no las palabras. Me pregunto si al cielo se va con cartas de recomendación.

“Estimados Señores Paraíso Terrenal,

Me dirijo a ustedes por medio de la presente para recomenar a la señorita, Manuela Zárate, quien en vida me ayudó a estudiar para un examen, se rascó conmigo en las numerosas ocasiones en que me vi envuelta en crisis amorosa, se levantó de la mesa cuando alguien habló mal de mí y aunque olvidó algunos de mis cumpleaños, y de vez en cuando pasamos temporadas sin hablar, siempre consideré una buena amiga.

Doy Fe de que a participaba en el chisme común, sin embargo, siempre fue una buena persona, que intentaba trabajar sus defectos.”

Creo que puedo hacer toda una historia sobre el peso de las almas. A lo mejor esa es mi segunda novela. Creo que se pondría interesante, si cuando la mujer llega al cielo, al final, el hombre que está delante de la estantería con los frascos de plumas le dice a la mujer.

- Muy bien señorita. Aquí la está la pluma. Pero no la peso yo. La pesa usted.

Tal vez ella puede. O se estanca. O el corazón cae al piso. O es la pluma la que deja una marca en el suelo. O cuando se saca el corazón este pesa lo mismo que la pluma.

¿Cuál será? ¿Qué pasará entonces?

¿Sólo Dios sabe? ¿O lo sabe uno?

Comentarios

Unknown ha dicho que…
De algo podemos estar completamente seguros... por dejar abandonado un blog que el 80% de los blogger dejaron por una cuenta en facebook no te van a condenar! Si Dios resultara ser Google... tienes el cielo Manuela.
Clara Machado ha dicho que…
Jajajajaaj está buena esa! Prometo que no dejé el blog por Facebook. Es por bebés, libro y Perro Naranja. Lo juro. :D

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