Bienvenida



 

Estando en el quirófano pude sentir como se levantaba de mi cuerpo un peso importante y a los pocos segundos escuché por primera vez el llanto de mi hija. Lo que se siente no se puede describir. En ese momento me di cuenta, los hijos son literalmente parte de uno. Después la vi por primera vez. Con sus ojitos cerrados, con la carita arrugada, con una expresión que hoy por hoy sólo puedo describir como: expectativa.

Como siempre el final del camino es tan sólo el comienzo de otro. Este uno mucho más importante. La verdad que durante los 9 meses que duró mi embarazo pensé muchas cosas sobre la clase de madre que quería ser, lo que quiero lograr de mi hija, el tipo de persona que quiero formar. Sin embargo, debo confesar que no le di muchas vueltas a la parte práctica del asunto. Quizás no quise hacerlo porque sabía que lo que venía era una tarea ardua y en la que no importa cuántos libros te leas, no hay manual. Definitivamente la maternidad es una experiencia como pocas. Se duerme poco. Se duda mucho. Se teme constantemente. Y cada cierto tiempo uno se arrepiente.

Me pregunto a cada momento si lo estaré haciendo bien. Claro, que la familia siempre está allí para hacerte sentir que no lo estás haciendo bien, de que eres una nueva en el asunto, como si tú no lo supieras. Sí, creo que mi segundo hijo lo voy a ir a tener en el amazonas con los indígenas que no se enredan en las perfecciones de los que nos consideramos civilizados, pero ese es un tema que tocaré en mi próximo post.

En este momento, en que vuelvo a retomar esta faceta de mi vida que tanto amo, la de la literatura, la de la escritura y la reflexión, sólo puedo decir que mi hija con apenas un mes ya me ha dado varias lecciones. Por ejemplo me ha enseñado que somos más resistentes de lo que pensamos, que nuestra fortaleza es infinita siempre y cuando no dudemos de ella. Que si gritas duro consigues lo que quieres. Que a veces hay que luchar contra el sueño, pero otras es importante dejarse vencer. Que una sonrisa puede lograr que te conviertas en el centro del universo. Que está bien llorar de vez en cuando. Que no hay nada más sabroso que dormir con la cara tapada y el cuarto frio. Que el lugar más seguro del mundo es allí donde puedes escuchar los latidos del corazón de alguien que amas. Que vale la pena estudiar con detenimiento cualquier objeto, pues en ello puedes descubrir siempre algo nuevo. Que comer es el placer más grande que hay en la vida. Que como dice Fito Paez, tendré que hacer el bien y hacer el daño. Que en el fondo lo único que te hace falta para salir adelante es el cariño y el amor de los que te rodean.

La vida es un regalo que hay que celebrar cada día. Clarissa además de todo me ha enseñado que cada segundo que uno tiene aquí en este planeta hay que aprovecharlo al máximo.

¡Bienvenida, preciosa y gracias!

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