Sapito Lipón


El otro día iba subiendo por una calle capitalina, cuando veo, parado en la puerta de una casa, a un hombre corpulento, de piel morena, con el coco rapado, hablando con una señora. El hombre en cuestión tenía arremangada la camisa hasta la parte superior de su abdomen, dejando al aire toda la parte media e inferior, es decir, la panza. Eso me hizo pensar, que tal como sucede con los motorizados, si uno va por las calles de esta ciudad contando gordos con la barriga al aire podría acumular varias decenas al día.

Están en construcciones, sobre todo a la hora de almuerzo. Están en plazas. Están afuera de las panaderías. Están en parques. Están a la salida del metro. Están en todos lados. Gordos que no son como cualquier gordo, porque no tienen un culo gigante o unas piernas macizas que se oscilan con dificultad para permitir el desplazamiento de su dueño. No. Son gordos que, tal cual como yo en este momento, concentran su protuberancia en el abdomen, que abultado se proyecta hacia adelante.

Como me encuentro en la misma situación, hace un par de días decidí probarlo. Me levanté la camisa justo hasta donde empieza el pecho (la idea no es hacer un show, no hay nada peor que una embarazada exhibicionista) y dejé mi barriga al aire. Tengo que confesar. Me gustó. Se sintió sabroso. Claro, me siento orgullosa de mi barriga, después de todo allí está mi hija. Tampoco es que me voy a parar en la puerta de mi casa a rascármela para que los transeúntes vean, pero reconozco que bajo una sombrita, justo a esa hora de la tarde en que al calor que nos está matando desde hace un mes le acompaña una suave y refrescante brisa, tener la barriga al aire es rico.

Además, es una manera de decirle al mundo: "Sí, tengo lipa: ¿Yyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy?"

En todo caso y dejando a un lado el tema de "me rasco la barriga al aire porque es sabroso" lo cierto es que el gordo lipón en parte de nuestra cultura. No es lo más lindo, menos cuando estamos acostumbrados a propagandas de pechuga de pavo 99% libre de grasa al lado de unas lolas 100% llenas de silicona, pero allí están en todos lados. Y en cierta forma creo que ese gordo rascándose la pansa representa nuestra idiosincrasia. Es como el emoticón de la flojera, la bandera de esa comodidad que nos define, porque somos un pueblo cómodo, que le gusta el descanso, el bochinche, en el trabajo se vive para "los 15 minutos" del cafecito, una vez que se acaba diciembre ya estamos pensando en qué vamos a hacer en Semana Santa (es más mucha veces no planificamos proyectos que duren mucho porque: "ya estamos a 20 de enero, en tres meses ya es Semana Santa, mejor lo dejamos para después). Si un feriado cae miércoles, mentamos madre porque no es un día de descanso, es un "puente desperdiciado." En diciembre, si salimos de vacaciones el 15 dejamos de trabajar desde el 10. Y siempre, siempre tenemos alguien a quien echarle la culpa de nuestros problemas de manera que nosotros sintamos que no tenemos responsabilidad, que no podemos hacer nada por aquello que nos aqueja, siempre es cuestión de lo que no hizo, de lo que no dijo, de lo que no pensó: "el otro." Eso es lo que yo creo que piensa el gordo mientras ve la vida pasar y bajo una sombra, se rasca la barriga.

Comentarios

Toto ha dicho que…
Constancia ABSOLUTA que el blog da para todo: Manoleta se destaca con un homage a los sapitos lipones. Te pasaste (pero más aún que te dignaste a experimentar).

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