Hogar de Ancianos: La Mierda


El Hogar de Ancianos la Mierda es una idea que terminó de tomar cuerpo esta semana. En realidad todo comenzó hace bastante tiempo, cuando hablando con Juan decidimos que de viejitos, nos internaríamos en el mismo ancianato. Así podríamos pasar nuestros últimos días echando los chistes de siempre. Torturando a las enfermeras. Intrigando con los demás viejos. Leyendo. Escribiendo. Peleando. Se nos ocurría una buena opción para dejar en paz a nuestros hijos y no tener que pasar el ocaso de la vida con una nuera o yerno que cada vez que nos caguemos en la cama diga: Qué ladilla con tu mamá. O una enfermera que cuando tengamos el ataque de tos esté hablando con un novio por teléfono. Leyéndonos una revista estúpida. No. Viejos. Pero con dignidad.

Después lo del Hogar de Ancianos La mierda se puso más crudo. Se apuntó a la lista otro inquilino. Mi Cuñado. La Cumadre, como le decimos cariñosamente por lo parecido que es (de personalidad) a una conserje gallega. Él llevaba tiempo diciendo que una de mis perras estaba demasiado vieja para seguir viviendo. Que ya no era feliz. Que se le había acabado la vida y que había que ponerla a dormir. Nadie le paró mucho hasta que hace año y medio a mi mamá le dio la peritonitis. En medio de su depre post-anestesia decidió que una salud precaria era algo que no se le deseaba a ningún ser. Llamó a mi cuñado como si fuese El Padrino y le encargó "encargarse" de la perrita. Cuando llegué a mi casa al día siguiente. La perra ya no estaba.

Ese día le prometí a mi cuñado, que cuando estuviera viejo. Y lo viera en el Hogar de Ancianos cagándose en los pantalones. Con el puré de papa por el cuello y los ojos, con la tembladera que no lo deja comer. Tomando más pastillas que Elvis Prestley y Marilyn Monroe juntos. Ciego. Sordo. Casi mudo. Pero aún con las ganas de vivir porque el ser humano es así. Ese día yo, con un abrigo estilo Cruela de Vil, le iba a decir a las enfermeras: Hay que encargarse de este viejo. Este viejo ya vivió. Esto no es vida.

La verdad que seguramente estará mi cuñado allí y echaremos ese chiste, viendo nerviosamente a las enfermeras. Esperando que hagan caso omiso del mismo. El Hogar de Ancianos la Mierda no es realmente un hogar para buscar la muerte. Es más bien para esperarla. Es un lugar donde pasar lo mejor posible los malos ratos que ocasionan lo que Charles llama las 3 C de los viejos: Catarro. Caída. Cagada.

La idea es ir sumando amigos y acompañarse. No tener que llegar a los 80 y empezar de nuevo, como el primer día de colegio. Así mis compañeros sabrán que yo soy gritona. Que Juan embarca. Que mi cuñado es pichirre. Que mi primo G va a querer levantarse a todas las viejas. Que una de mis hermanas va a organizar el sindicato de viejos unidos. Que mi otra hermana va a redecorar el cuarto y se va a cambiar cada semana porque algo no le gusta. Que mi otra hermana va a ser amiga de todo el ancianato. Que Sandoval es el que tiene la caña encaletada. Que catire es el único que todavía se mete en internet, que ya nadie ni recuerda que era aquello. Y todos nos acompañaremos. Y ladillados de la vida, quizás no hablemos durante las comidas. Pero no estaremos solo. Estaremos igual, sin importar que las bolas lleguen a los tobillos, las nalgas a las rodillas y las tetas la ombligo. Porque la vejez es así. Es fea. Y feos seremos todos. Viejos seremos todos.

En estos días he estado pensando mucho en mi vejez. No sé si es de ver tantos culos celulitosos de abuelas solas en la playa. O aquel viejo que nadaba un tanto despegado de la realidad. Como si viviéramos en dos mundos distintos. Yo siempre he pensando que voy a ser una vieja hip. De esas que no se ubica. Si soy una treintona que se niega a madurar. A reconocer que ya es un adulto. Bien puedo ser una octogenaria que se cree una treintona. Pero no es nada más eso. No es nada más la pérdida del atributo físico. Es la soledad. Es que ya eres igual que el bebé. Dependiente. Con la diferencia que nadie anda por ahí diciendo: ¡aaayyyy quéee cuuuchiii!!! ¡Déjame cambiarle el pañal!

Los hijos harán su vida. Y no vamos a ser Como Agua para Chocolate. Obligando a la hija a que se quede a cuidarlo a uno. Sería muy cómodo. Un gran seguro de vida. Obligar a alguien a que no tenga otra vida que no sea acompañarlo a uno. Pero el mundo moderno no funciona así. Como están las cosas. Como se han dividido las familias, va a estar difícil que dentro de 80 años tengamos las redes familiares que tenemos. Además, seguro a las 60 uno se divorciará y el hombre se buscará una tetona de 19 años y una se empatará con un galán de 35. La vida ahora es así. Hasta que unos años más tarde ambos, jovencito y jovencita se den cuenta que deben buscar a alguien más contemporáneo para hacer su vida, mientras que su vejestorio tiene que aceptar que ya vivió la suya.

Por eso nos hemos puesto de acuerdo. El último en pegarse a la lista del Hogar de Ancianos La Mierda es mi gran amigo UnclePK. De hecho, el fue el que le colocó el título. Después de hacer la profunda reflexión de que la vejez es una mierda, terminó por decir. Bueno, pongámosle. Hogar de Ancianos: La Mierda. Así con toda propiedad. Con toda fuerza. Con toda convicción. Cuando nuestros hijos estén intensos. No nos paren bola. Cuando seguir conviviendo con ellos signifique que nos podemos caer por sus escaleras recién pulidas y que el fracturarnos un hueso puede significar una muerte, todavía prematura. Les podremos decir: Hijo, no te preocupes por mí. Me voy a la mierda.

Comentarios

Mau Cruz ha dicho que…
jajaja pero que interesante vale! ya se a donde llevar a mi papá! XD

Buena manera de terminar el blog... "Tranquilo hijo, me voy a la mierda!" RULEAS MUJER! ^^
Clara Machado ha dicho que…
Gracias amiga! Bienvenido su padre o usted misma, que todos vamos para allá. Jajajaja.

Entradas populares de este blog

¿Cómo se pide el empate?

¿Ver Luis Miguel? ¿Qué cosas dices pisha?

Soy desordenada ¡Qué carajo!