De que hablo cuando hablo de no tolerar enchufados

Sí. Gran parte de la mierda, de la tragedia de esta revolución asquerosa es que ha sacado lo peor de la gente. Gente que queríamos. Gente que era de nuestra gente. Con la que crecimos, compartimos, con quienes pensábamos que íbamos a estar unidos toda la vida. Personas que creíamos que compartían nuestros principios y valores, y sobre todo el respeto por un país que tanto nos dio, de repente se unen a la parranda de bandoleros que no sólo nos robaron y dejaron a Venezuela quebrada, sino que en el proceso se han cobrado tantas vidas.

Una de las caras de esta tragedia es la separación. Nos ha tocado dividirnos de muchísimas maneras. Nietos que ya no pueden crecer viendo a sus abuelos, hijos que no han podido ir a enterrar a sus padres, navidades en solitario, y así. La historia de la despedida, de la pérdida, incluso de formas atroces y violentas nos ha tocado prácticamente a todos y tristemente se puede decir sin riesgo de generalizar, porque hasta Cilia la dejaron sin sobrinos (y que fresco nos trajo al menos algo de justicia). El caso es que para muchos es muy duro tener que renunciar a una amistad, a un vínculo familiar y en ese caso el cómo tratamos a un ser querido que se enchufó genera, al parecer, muchas dudas.

La venganza y el resentimiento son las peores expresiones del ser humano. Vengándonos no vamos a traer de vuelta el país que perdimos. Muriéndonos de rabia día tras día tampoco. Todo eso es cierto. Cuando uno sufre, sobre todo una herida profunda, el momento de liberación total es el momento del perdón. El problema está cuando confundimos el perdón y la tolerancia con la comodidad y la falta de principios. Para plantarse sobre un principio no hace falta agredir a los demás. Ya lo dice el dicho que lo cortés no quita lo valiente. Si bien escrachar le puede parecer bien a algunos porque es una forma de desahogo hay también formas más inteligentes y hasta eficaces de aplicar una forma de sanción muy necesaria para que nuestra sociedad evolucione: la sanción social.

Como sociedad somos responsables y esto es algo que tenemos que entender. No se trata de ir a golpear, ni agredir a nadie, pero tampoco la otra cara de la moneda es pasar la página y mirar hacia otro lado. El momento que uno aplica la segunda opción, por más que lo haga agarrado de unos tweets o de unas citas a veces hasta apócrifas del Dalai Lama o de Gandhi, uno se vuelve en cómplice de toda esta porquería.

Hace unos años me encararon y me dijeron qué haría si llego a una cena y está sentado un gran enchufado. ¿Qué entonces? Me preguntaron. ¿El show? ¿Le vas a gritar? ¿Lo vas a humillar? La verdad es que parece mentira como nuestra cultura es tal cual como en las telenovelas, para hablar claro y decir lo que piensas tienes casi dar una cachetada y batir pelos, tirar puertas, pegar gritos. En realidad mi respuesta fue que si eso me pasa, y lo mantengo, sencillamente me voy sin dar demasiadas explicaciones, porque al buen entendedor no le hacen falta demasiadas palabras. Yo no tengo por qué gritarle a nadie, humillar a nadie, no es mi naturaleza, ni se me dan esas confrontaciones, yo simplemente me voy, no me siento, no como, no comparto, no me río de los chistes, ni paso el rato en cordialidad y simpatía con la gente que destrozó mi país. Tendrán sus jueces, los del estado y los de su conciencia, la propia incomodidad que les dará darse cuenta que uno a pesar del dolor también mantiene la dignidad para entender que su basura no será tolerada, que no por ser amigos de mis amigos, o porque tengamos algo en común se pasa la página y se mira hacia otro lado.


La cosa es que ahora hay gente que aplica la de la confusión para pasar el trago amargo de la culpa por haberse tomado la champaña de un enchufado. Es que ¿qué voy a hacer? Dicen. Nadie está pidiendo, ni es lo que se busca, que se aplique la justicia como Pedro El Grande de Rusia que asesinó  y empaló a sus enemigos. ¡Por favor! Al final del día esa no es la base de la república que queremos para el futuro. Si uno es decente, uno también aplica ese criterio a la hora de defender un punto, sobre todo de defender un país.

Sin embargo, es muy simplista y cómodo usar como excusa valores como la tolerancia y el respeto para tapar la complicidad con gente que ha dañado tanto el país. Y ese es también parte de nuestro problema. Uno de los casos más duros es el de los hijos en las escuelas. Que un niño no tenga la culpa de lo que hicieron sus padres es totalmente cierto. Nadie habla de escrachar niños, ni hacerles daño,.. Eso sería un oprobio, y da mucho dolor ver a los chiquitos pagar por el daño de los padres, aunque lamentablemente es una realidad con la que tienen que vivir.  No se trata de hacerle la vida un infierno, pero a la vez nadie te obliga a mandar a tu hijo a un cumpleaños en avión privado, a un carnaval en una isla privada, porque es que pobrecito. Cuando aquí las víctimas que realmente han pagado todo esto no son los hijos de los narcoenchufados, son otros, los que realmente han perdido todo.

Tolerar no es dejar pasar. Respetar no es quedarse callado. Al final del día, para ser tolerante no tienes que ir a disfrutar de aquello que ha sido costeado con la miseria de otros venezolanos. Sí, es duro de asumir. Es duro enfrentar más pérdida, pero el derroche del que mucha gente buena ha participado se ha financiado a punta del dolor de quienes hoy no consiguen medicinas, ni alimentos. Cada vez que una madre tiene a un bebé en brazos que no ha ni probado fórmula, que el bebé llora de un hambre que no se puede saciar porque sus padres no tienen cómo comprar el alimento, cada paciente que no tienen diálisis, ni tratamiento para el cáncer, esa mengua y ese sufrimiento están en las copas, en las carteras, en los yates, en los paseos, de los que mucha gente se beneficia “porque él es mi amigo y no tengo nada que decir, soy tolerante, cada quién como es”.


Insisto, no se trata de ir con una bandera, de agredir a nadie, se trata de ser firme y coherente. Se trata de que la gente decente, luchadora, trabajadora, tiene que hacer que su voz se escuche. Y sí, tiene que haber un poco de intolerancia hacia el que robó, saqueó y ayudó a destrozar este país. Esto se ha llevado a demasiada gente por delante y así como los políticos tienen responsabilidad nosotros los ciudadanos también. Al final del día, si tu amigo, tu primo, es realmente una buena persona, si está arrepentido y le duele la solución es muy sencilla: que devuelva lo que se llevó. Y tú, no tienes que levantar una bandera, ni desenvainar una espada, ni siquiera escupir un insulto: con que digas no gracias, educadamente y con la mirada firme, con que digas lo siento pero mi abrazo ya no puede ser el mismo. Con eso es que ganas la batalla.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Lo comparto al 100%, no es fácil pero es lo único que le duele al enchufado que era tu amigo, familia, pariente, conocido: que tu, su par, lo ignores y censure su conducta. Gracias!
Jorge J Olavarria H ha dicho que…
Pudiera decir mucho sobre el tema sobre la mesa pero me duele la espalda. Y es tarde. Solo comento anexando el comentario de otro comentador, Thomas Paine, quien en "Common Sense" (creo, y tengo el libro de todos sus escritos a cuatro metros, no, a dos, pero igual me duele la espalda, así que tenéis que confiar en mi memoria que a menudo se equivoca) que -abro comillas invisibles- la tolerancia es una forma de despotismo. Tolerar es dar permiso a algo en lo que no concordamos, aprobamos, o incluso que nos desagrada pero permitimos, dejamos pasar, ignoramos (y no hacen falta ejemplos). Bastaría con hacernos una lista propia; YO soy tolerante de... Y es una forma de despotismo porque ¿quién soy yo (o me creo yo) para darle permiso a alguien? ¿acaso es mi "tolerancia" hacia algo que se es, se hizo, se piensa, se siente..? Por lo que, de nuevo, la intolerancia al menos es honesta (al menos menos contiene menos hipocresía).
Salam.

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