Carta de residencia en el mercado


El documento que antes era necesario para cualquier trámite burocrático de orden específico resulta que ahora es necesario para ir al mercado. Sí. La Alcaldía de Chacao está poniendo en marcha un proyecto piloto, que ya no sé si es piloto o aprobado, junto al Automercado Luz para organizar las colas que se hacen en sus establecimientos. Se harán dos colas, una para vecinos del municipio,  otra para los extranjeros. Todavía no estoy segura si la condición de extranjero se extiende a los habitantes de Baruta, si empieza en El Hatillo o en Guarenas. Pero se entiende. No es que haya algo en contra de quienes habitan más allá de la zona del automercado, de hecho, hay mucha empatía con la madre de familia que está zanqueando por la ciudad en busca de algún producto regulado. Es que en más de una ocasión se han armado trifulcas y peleas. De modo que la alcaldía, el supermercado, los vecinos, todos están nerviosos porque sabemos en qué puede terminar una pelea en un supermercado. Nadie quiere eso. No lo quiere el negocio,  ni la autoridad, ni lo queremos los vecinos. Lo que queremos realmente es poder comprar lo que necesitamos en paz.

Ahora entiéndase que  comprar en paz no significa hacer una cola tranquilamente. Comprar en paz no es que me digan cuánto puedo llevar de un producto. Tampoco es llevármelo sin necesitarlo, sólo por el hecho de que está allí y puede ser que al día siguiente no esté o peor, llevármelo es día porque si está allí al día siguiente no me van a dejar llevarlo porque ese día no le toca a mi número de cédula comprar. Comprar en paz no es poner la huella digital. Todo eso es humillante, discriminatorio y anticonstitucional. Eso es comprar bajo angustia y estrés. Es un atropello. Es un problema de fondo que trajo este gobierno.

Es lógico que ante toda esta situación tan extraña busquemos un culpable. Justamente lo que hacen estos regímenes es buscar mecanismos de división que nos enfrenten unos contra otros. Es mucho más fácil y cómodo echarle la culpa al bachaquero de la escasez. Es más, resulta mejor culpar al bachaquero que culpar al amigo enchufado que se llevó miles, hasta de millones de dólares en guisos, porque es que “bueno él es mi amigo de toda la vida” “yo tampoco es que voy a juzgar” “tampoco es que tengo pruebas yo no lo vi robar con mis propios ojos” “pero bueno sí, es verdad, pero ellos son chévere, ni modo, y así este país, el que no roba está buscando cómo y si no me voy a quedar sin amigos”. Olvidamos que esa persona saqueó el país de una forma mucho más descarada y grotesca que el bachaquero, que tiene los dólares que eran para comprar eso que nosotros necesitamos y no conseguimos. Dinero de todos nosotros. Patrimonio del país, que ahora forma parte de una cuenta personal. Mientras desde la amargura preferimos culpar al bachaquero. Que tiene responsabilidad, quizás, y que será también responsable en su medida, pero vamos a sincerarnos, no es el problema de fondo. El problema de fondo es el proyecto de este gobierno, que somete a los ciudadanos haciéndolos totalmente dependientes y que los desorganiza al volverlos a todos a la vez cómplices y sospechosos mientras los enfrenta unos con otros.

Lo que preocupa del tema de la carta de residencia es que es un paso más allá a todos los límites y controles que ha puesto el gobierno para comprar. Es además uno que lleva la discriminación a un nuevo nivel, si no vives por aquí no puedes comprar. Pero lo más grave no es el tema de si se aplica o no, de si la Alcaldía, que también debe estar desesperada viendo cómo resuelve un tema que le compete que es el orden público, lo aplica o no. Es que los vecinos mismos están aplaudiendo la medida. La aplauden sin pensar, sin detenerse un momento a reflexionar a comentar, lo grave de una medida que atenta contra la constitución, que nos divide aún más, que nos lleva a legitimar que en ciertos espacios hay ciudadanos que tienen más derechos que otros. Y es que, una cosa es penalizar al bachaquero, otra asumir que todos los que “no viven” en la zona lo son, y que todos los que viven en la zona son inocentes amas de casa. Se presume que unos son culpables y que los otros son inocentes. Se revientan principios fundamentales del derecho en dos colas bien formadas, una con y otra sin documentos. Mientras tanto los vecinos celebran.

Así comienzan los conflictos civiles. Así se termina de fracturar a más nunca una sociedad, cuando pensamos que con los ojos podemos hacer un perfil que revela los valores de una persona. Hay que leer algo de historia, sobre todo de la Alemania Nazi para entender los peligros de acciones como esta. Parecen inocentes y acertadas. Parecen aliviar un mal. Quizás nos convencen de que “ahora habrá más para todos” porque después de todo se está regulando y se está ordenando el desorden que causan otras personas. Dejamos de ver quién es el verdadero responsable y una vez más no le exigimos nada.

Hace un par de meses escuché a Laureano Márquez reflexionar que cuando Chávez se juramentó como presidente en 1998 llamó a la Constitución moribunda, y que eso estaba mal. Era incorrecto hacerlo. Eso era suficiente para anular su juramentación. La juramentación forma parte de la ley, del estado de derecho y el presidente electo está obligado a respetarla. Allí estaba entre tanta gente la presidenta de la Corte Suprema de Justicia, el Presidente saliente, el Presidente del Congreso. Dijeron nada. Lo correcto era haber dicho, un momento, ese juramento es ilegal, o lo hace de nuevo o lamentándolo mucho. El caso no era que luego cambiara la constitución. Se juramentó por la actual y tenía que respetarla. Y lo que sucedió lo sabemos, es que así como respetó la primera, tampoco respetó la que mandó a hacer. Un abuso no puede servir como promesa de actuar correctamente. Claro que seguramente habrían dicho que eran “las cúpulas podridas tratando de…” y por miedo se quedaron callados. Porque ya habíamos olvidado la importancia del respeto a la ley, y la política estaba por encima del ordenamiento jurídico.

Como dice Laureano, así vamos aprendiendo la importancia de señalar lo correcto. Hemos pagado caro el pensar que hay hombres y circunstancias que están por encima de la ley y de los principios de la democracia. Como ciudadanos no todo son derechos. El estado nos debe, pero nosotros también le debemos al país. Toca señalar también lo que no es correcto. Que te exijan  una carta de residencia para comprar no es correcto. No va a resolver nada, sino que va a fomentar más corrupción y más división entre los ciudadanos. Hay que empezar a exigir las condiciones necesarias para que se desarrolle el país en que queremos vivir. Y si el gobierno de turno no quiere o no puede entender los valores y las prioridades de sus ciudadanos, o su proyecto es diametralmente opuesto: se tiene que ir.



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