Camino a alguna parte
Desde
hace un tiempo estoy alejada del blog. Digamos que es como cuando en una
relación uno de los dos se pone distante. Este espacio me ha dado montones de
cosas, algunas todavía no termino de creerlas, mucho menos de asumirlas. Otras
las he recibido con brazos abiertos. En todo caso, aunque parezca mentira para
mí Ayúdame Freud ha sido una oportunidad para crecer.
Estoy
tratando de reorganizar mi vida y mis proyectos. El reto no está sólo en
hacerlos, sino en cómo lo organizas todo en un país que no quiere que tengas
proyectos, y que pareciera que tampoco quiere que tengas vida. En este momento
me es difícil ubicarme. A veces me siento aislada. Otras nómada. Otras siento
que tengo una psicopatía de pasaporte, no me conecto con el lugar al que debo
llamar mío. Me siento extranjera. Ajena. Expulsada.
No creo
que haya una verdad absoluta en todo esto, por más que queramos buscarla o que
cada quien pretenda escribirla en su lado. Es más, para esto creo que funcionan
mejor los diarios privados. Yo los tengo por cierto, y lo gracioso es que
escribo de todo allí menos las cosas que he hecho. Aunque de vez en cuando hay
datos sobre mis viajes. En todo caso, cada quien jalará la verdad para su lado.
El que más le convenga. El que le permita dormir de noche.
Yo
mientras tanto me cuestiono el amor. Me pregunto hasta dónde tiene que llegar
la incondicionalidad, y qué significa realmente querer a Venezuela. Si no hará
falta también un poco de rechazo y de hartazgo. Si no será necesario decir así
no te quiero, así no funciona, porque a veces me resulta casi falso proclamar
un amor por un lugar que maltrata tanto. Porque a veces pienso que de tanto
declarar el sí con los ojos cerrados nos hemos dejado matar en vida y aceptar
condiciones infrahumanas. A veces pienso que por más que nos duela y por más
cómodo que sea ubicar la culpa del desastre en otro lado, todos hemos sido
artífices del deterioro de una forma u otra. Por ceguera, por comodidad, por
corrupción, por inutilidad, por circunstancias, por lo que sea.
Me
pregunto a veces qué es un país. Qué es la libertad. Qué es un el futuro. Qué
es la vida. Y no es una lección que quiero que comience con una clase magistral
de Platón decía que…ni tampoco que me regalen una versión actualizada del Mundo
de Sofía. Aunque quizás ahí radica el problema.
Tengo
oportunidad de salir de Venezuela y la tomo cada vez que puedo. Y cuando salgo,
es cursi y patético, pero me dan ganas de llorar en el aire más allá del miedo
al avión. Es como un estrés, como una culpa, como unas ganas de preguntar a
dónde vamos y qué vamos a lograr allá. ¿Qué vamos a encontrar? Y cuando me bajo
bien puedo haber llegado a un lugar que está años por delante en el tiempo. Me
he sentido desubicada. Aturdida. Extemporánea y vieja. He tenido ganas de
registrarlo todo y de contarlo todo. Y me invaden tantas emociones que termino
por quedarme en silencio. A veces quiero agarrar a los transeúntes de los
hombros y decirles, “No sabes lo que tienes. No sabes la suerte que tienes.
Sabes a donde vas. Estás aquí parado y tu mayor amenaza en este momento es la
suerte que está de baja, y la lluvia, que no está pautada para hoy”. Y salen
los trenes. Pasan los autobuses. Alguien te sonríe. Otro te tropieza. Cruzas
una calle y cuando levantas la mirada te das cuenta que te has perdido, pero
qué importa. Y la vida es una mierda, como en cualquier lado. Hay corazones
rotos, promesas incumplidas, imposibles, manipulaciones, maldad, corrupción,
mentiras, pero hay vida. Al menos hay vida.
Yo vivo
en un hoyo. Uno que tiene tanto que ver con mi país, como con lo perdida que he
llegado a sentirme. No creo que las cosas estén tan separadas una de la otra.
En todo caso. Estoy repensando este espacio. Y el apuro por lograrlo me ha
llevado a diseñar algunas ideas que no son para mí. Mientras tanto sigo
escribiendo. En otros espacios. Otras cosas. Y reviso textos que sueño con
publicar.
Es nada
más. Este pequeño blog que está deseando llegar a alguna parte.
Comentarios
(Ahh.K.Rhajjo es Carlos Cartaya, porsia....jajaja)