El derecho a quejarse
Algo
tan trivial como una lista se ha vuelto una cosa que te lleva a un estado de
reflexión profunda. Una lista de invitados a una fiesta te lleva a darte de
cuenta de la cantidad de gente que está afuera del país. Una lista de
supermercados es como una lista de objeto imaginarios, entre un kilo de azúcar
y un platillo volador la diferencia es que uno está en el recuerdo y otro está
en la imaginación. Una de lista de lectura es igual de absurda, los libros que
quieres leer, salvo que sean autores venezolanos –y no clásicos sino
contemporáneos – no los vas a conseguir, más plausible es que los encuentres en
la antigua Biblioteca de Alejandría.
Cualquier
acto de la cotidianeidad está plagado de obstáculos y problemas. Las salidas
por la inseguridad, proyectos de placer por el costo, las relaciones personales
por la diáspora, los proyectos profesionales por la cantidad de leyes, trabas,
controles. Invertir. Producir. Vender. Ganar. Pasear. Viajar. Caminar. Hablar.
Incluso hasta la forma de pensar se ha vuelto complicada. En todos lados hay
alguien a quien la tragedia del país ha afectado de una forma tan violenta que
entonces te sientes mezquino cuando reflexionas sobre las grandes trabas de tu
vida. Y terminas agradeciendo. Terminas agradeciendo que estás vivo aunque te
hayan robado y humillado. Terminas agradeciendo que tienes dos rollos de papel
toilet porque a tu vecino no le queda ninguno. Terminas agradeciendo que la
cola que te tocó no es tan larga como la que viste el otro día. Terminas
agradeciendo que el internet es lento pero tienes, que al agua al menos no la
racionan todos los días, que hay luz. Terminas agradeciendo todo, y la gente te
lo hace saber catogóricamente, no te puedes quejar. Es una prohibición más que
falta que salga en gaceta oficial: No te puedes quejar. ¿Que ya no consigues
tampones?, al menos hay toallas sanitarias. No son las que quieres, pero al
menos hay. Agradece más bien.
Si
me gustaría hacer aquí la diferencia, una cosa es ser agradecido. Una cosa es
ver desde lo positivo las bendiciones que uno tiene. En el fondo uno agradece
que tiene luz porque hay partes del mundo en que la energía eléctrica es como
el platillo volador que para nosotros es el azúcar. Pero agradecer desde la
sumisión y desde la carencia, agradecer como modo de vida y de control es algo
muy distinto. De hecho es un mecanismo de manipulación. Cada vez que
agradecemos después de haber sido atropellados estamos siendo manipulados por
el totalitarismo, de eso no les quepa la menor duda. Es un mecanismo antiguo como
la religión.
Hasta
hace unos días muchos agradecíamos el cupo de dólares de viajeros. Quizás
necesitabas o querías más para algún viaje, pero te tocaba agradecer que lo
tenías. Ahora lo han quitado. Ahora ni eso y habrá quien todavía diga, pero
agradece que el menos no lo quitaron todo. Porque siempre podríamos estar peor
y así nos hemos acostumbrado a medirnos, por lo bajo, por el fondo, por la
situación más grave, y no por la óptima. Ya no pensamos en cómo todo podría y debería
ser mejor, sino en el miedo de quejarse demasiado porque podría ser mucho peor.
Lo
que hacen los totalitarismos es anular al individuo, quitarle la idea de las
posibilidades, volverlo sumiso y siempre agradecido por lo poco que tiene y
temeroso de que sin las pocas cosas que tiene pueda estar peor.
Todos
tenemos derecho a quejarnos no importa qué tan insignificante sea nuestra
queja. Es más, no tenemos el derecho, tenemos el deber de hacerlo. Tenemos
derecho a reclamar desde el mal servicio hasta la falta de insumos en cualquier
área, no sólo los médicos, sino los repuestos del carro, los bombillos, los
tornillos, los libros, los juguetes, la ropa, la comida, la oferta en las salas
de cine. Todo forma parte de la vida y las cosas que parecen triviales también
son importantes.
Nos
hemos olvidado de nuestros derechos. Nos hemos olvidado de que merecemos una
calidad de vida mucho mejor que la que tenemos. Hemos ido tachando derechos en
la lista de las cosas a las que deberíamos tener acceso y lo hemos arreglado
todo por prioridades, un poco como están los supermercados, los productos
básicos y regulados se compran de una forma y lo demás de otra. Porque lo demás
es lujo o innecesario. En realidad todo es necesario, incluso lo trivial, es lo
que da paz y satisfacción. Un viaje es importante para la felicidad y para la
salud y perder la oportunidad no es cualquier cosa. La posibilidad de hacerlo
es lo que nos hace soñar y perder la posibilidad de soñar tumba la moral. Justamente
lo que ha hecho el gobierno con esta medida es robarnos moralmente, saquearnos
de posibilidades y el robo de ese capital es igual de grave.
No
hay nada que agradecer, y muchos menos comparar, no hay tragedia, ni atropello
menor porque aunque no parezca o no nos demos cuenta todo está conectado.
Cuando se menoscaba un derecho, se exponen todos los demás, por eso en las
democracias las constituciones proponen garantías y derechos inalienables. Por eso las dictaduras abarcan hasta lo más
trivial. Esto es control y encarcelamiento, esto no es sobre un cupo de
viajeros, es un tema de pérdida de la libertad.
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