El otro día iba subiendo por una calle capitalina, cuando veo, parado en la puerta de una casa, a un hombre corpulento, de piel morena, con el coco rapado, hablando con una señora. El hombre en cuestión tenía arremangada la camisa hasta la parte superior de su abdomen, dejando al aire toda la parte media e inferior, es decir, la panza. Eso me hizo pensar, que tal como sucede con los motorizados, si uno va por las calles de esta ciudad contando gordos con la barriga al aire podría acumular varias decenas al día. Están en construcciones, sobre todo a la hora de almuerzo. Están en plazas. Están afuera de las panaderías. Están en parques. Están a la salida del metro. Están en todos lados. Gordos que no son como cualquier gordo, porque no tienen un culo gigante o unas piernas macizas que se oscilan con dificultad para permitir el desplazamiento de su dueño. No. Son gordos que, tal cual como yo en este momento, concentran su protuberancia en el abdomen, que abultado se proyecta hacia adelant...