¿Votar es lo única opción que queda?
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Sobre el 20 Mayo
En
estos días Javier Corrales publicó un artículo en The New York Times en el que
afirma que los venezolanos no tenemos otra opción que no sea votar.
En
primer lugar hay un problema de términos. Las palabras importan. E importan
mucho. Llamar el 20 de mayo a un proceso electoral es sacarlo de contexto. Las
elecciones son uno de los mecanismos de toma de decisiones que establece un
sistema democrático. Para ello hay que empezar porque debe haber un grupo de
opciones sobre la cual el ciudadano pueda en efecto elegir. El estado, por su
parte, tiene que cumplir con una serie de garantías. Algunas de esas garantías
tienen que ver directamente con el acto electoral y con el ciudadano, como un
registro electoral al día, depurado, conveniente para el elector, el acceso a
las credenciales y documentos necesarios, entre otros. Otros tienen que ver con
el contexto general del país. Una elección en medio de una crisis humanitaria
como la que atraviesa Venezuela tendría que contar con otra serie de garantías
especiales para que realmente pudiera considerarse que el ciudadano está en
efecto, y valga la redundancia, presentándose a participar en la toma de una
decisión colectiva.
Desde
el 2004 y de manera sistemática el sistema electoral se ha corrompido de forma
tal que todas las elecciones, incluso aquellas en las que excepcionalmente ha
salido favorecida la oposición, siguen inconclusas, cuestionadas por organismos
de observación internacional como la OEA y en muy pocos casos se les ha hecho
una lectura que vaya más allá de los efectos del resultado. Es decir, quizás
por la misma crisis los mismos venezolanos no hemos tenido ni el tiempo, ni el
espacio para analizar realmente ¿cómo han sido las elecciones estos últimos
años?
Pero en el 2015 ganamos la Asamblea
Uno
de los argumentos más repetidos para justificar el voto es el resultado de las
elecciones del 2015, cuando la oposición ganó la Asamblea Nacional. En una
coyuntura normal se podría alegar la “avalancha de votos”. Es la teoría de que si
suficiente gente vota “la trampa es imposible”. No vamos a caer en un análisis
número a número, pero la organización para esa votación superó con creces la
movilización de votantes. No fue una avalancha de votos fue una estrategia.
La estrategia para ganar la Asamblea comenzó por el
análisis del fraude estadístico y la ingeniería electoral aplicada por el
chavismo desde el 2004, tanto para dominar los circuitos como para manipular resultados mesa
por mesa. Se analizó y se planificó la ubicación de los testigos, la colaboración entre candidatos de
todos los partidos que trabajaron para que la red de defensa del voto no fuera
detectada por el gobierno y fuese efectiva. Es falso que esa elección fue un
proceso tranquilo, limpio, impulsado por una amplia participación de
ciudadanos. Fue un proceso duro, en el que contribuyeron testigos que se
arriesgaron incluso personalmente. Para ponerlo más claro todavía, en muchos
centros de votación del interior del país los testigos tuvieron que hacer
barricadas y enfrentar a los militares del Plan República para impedir las
maniobras de manipulación del gobierno. Y lo hicieron porque tenían apoyo desde
Caracas. Ese proyecto de control del voto se llamó Cantaclaro y lo coordinó
Vente Venezuela. ¿La oposición ganó la
Asamblea? Sí. ¿Se ganó votando solamente? La respuesta es No.
Definitivamente
conocer esta parte de la historia, aceptarla y digerirla es fundamental para
decidir si se participa o no en cualquier proceso electoral convocado por el
régimen. Participar por participar no tiene sentido. Participar porque es “la
única opción” es ceder ante la desesperanza.
Receta para salir del Regímenes
Totalitarios
El
señor Corrales hace una especie de análisis, tipo lista de supermercado, de
cómo salen estos regímenes. Como si fuese algo lineal, sencillo y casi de
fórmula. En primer lugar nombra la economía: La crisis económica y humanitaria
no acaba con la tiranía.
Enunciado
así es imposible no estar de acuerdo. Pero es un argumento débil y fuera de
contexto. Para poner un ejemplo concreto, La Unión Soviética a mediados de los
años 80 tuvo que implementar la Perestroika y Glasnot, que literalmente
significan reestructuración y apertura. ¿El motivo? Rusia no aguantaba la
presión económica al tener que hacer frente a las grandes potencias
capitalistas como Alemania, Japón y Estados Unidos. Cada vez más aislada y
quebrada no le quedó más remedio que comenzar a hacer cambios. Ahora, ¿podemos
decir que la economía fue lo que hizo que se derrumbara la Unión
Soviética? No. ¿Fue un factor
determinante? Sin duda que sí.
Demos
un paso más. En el caso del Glasnot, la apertura, eso implicó relajar las
restricciones sobre la libertad de expresión. No fue inmediato. En países como
Estonia la primera protesta desde el fin Segunda Guerra Mundial implicó no un
tema político sino ambiental. Tomó varios años, sí. Pero empoderó a un país que
más temprano que tarde expulsó a los comunistas y volvió a ser independiente.
Luego,
como si fueran dos aspectos aislados Corrales habla de insurrección civil. Y
afirma que funciona siempre y cuándo el gobierno autocrático no esté dispuesto
a reprimirla. ¿Es que hay un régimen de este tipo que no esté dispuesto a
reprimir una insurrección? Hay que ser realmente ingenuo o sacar eventos
históricos de contexto.
La
insurrección civil, tiene un altísimo costo humano, la gran mayoría de las
veces y por lo mismo genera quiebres internos y externos que presionan a estos
regímenes. El régimen chavista cuando está bajo presión usa dos estrategias: O
llama a diálogo o llama a elecciones. Ambos fraudulentos y sin condiciones de
beneficio alguno para la oposición, pero muy atractivos para la opinión pública internacional. Se ve bonito un titular: Oposición y gobierno se sientan a dialogar. El problema no es el diálogo, son las condiciones y la disposición. Un régimen totalitario por naturaleza no va a ceder su poder porque al igual que la Unión Soviética sabe que cuando cede, de una forma u otra, el fin está cantado.
La
siguiente opción es el golpe militar. Golpe es una palabra que en América
Latina da miedo. Porque de golpe en
golpe se han instalado las que -hasta que llegó el chavismo- han sido las
peores dictaduras de la historia de nuestro continente. Nadie quiere golpe militar.
Si algo aprendimos los venezolanos es que no más militares, ni a la fuerza, ni
con voto de confianza porque hace falta “mano dura”. Esta gesta tiene que ser
civil. Pero aún así hace falta el apoyo de las Fuerzas Armadas. Y dentro de la
propia Fuerza Armada hay presión traída por la crisis económica y la
insurrección civil, y ese otro mecanismo que según Corrales no sirve para nada:
las sanciones. Los militares saben entre tantas otras cosas que los crímenes de
lesa humanidad no prescriben y que “es que yo estaba siguiendo órdenes” no es
un argumento válido de defensa en una corte penal internacional. Esa justicia
es lenta, pero llega.
Ahora
¿Las sanciones van a tumbar el régimen de Maduro? Claro que no. Pero son un
factor más de presión. Un factor además llevado a pulso con mucha inteligencia
por los gobiernos que aprendiendo de errores del pasado no han sancionado a
toda la nación, sino que han escogido y expuesto a los responsables de forma
individual.
Esto
me lleva a un último aspecto, el cual considero fundamental en el artículo el
señor Corrales. Poniendo ejemplos como
el de Adolfo Suarez y el de Carlos Menem, habla de los insiders que llegan al poder y luego “transicionan” a la
democracia. El detalle está en que ni Henri Falcón es Adolfo Suarez, ni
Venezuela es España a finales de los setenta. Suarez y Falcón tienen
trayectorias incomparables. Falcón tiene en su haber las mismas atrocidades que
el chavismo ha perpetrado por años en todo el país. Es un militar, que en
ningún aspecto de su discurso muestra ni la intención, ni el liderazgo, ni la
calidad humana de estadista para llevar a cabo una transición. El único
argumento a favor de esto es una falacia basada en la mala interpretación de la
historia, en este caso de España o de Argentina, que en nada o muy poco se
parecen a lo que enfrenta Venezuela en este momento.
¿Qué
puede haber un insider? Sí, pero cada vez es menos probable. ¿Qué es Henri Falcón?
No, no se engañe, él no es y lo ha demostrado. Entre otras cosas con el
supuesto tren ministerial que es todo
menos un equipo incluyente y con la preparación académica, política y moral
necesarias para cambiar Venezuela.
¿Cómo que no hay líderes?
Quizás
lo más grave y tóxico de su artículo lo encontré en la frase que dice que
Venezuela no tiene liderazgo como el de Waleza o Havel para hacer “un cambio limpio” en Venezuela. Empecemos
porque los cambios en la República Checa o en Polonia, en Latvia, Estonia,
Hungría, Lithuania, Alemania, en todos los países invadidos por los comunistas
fueron muchísimas cosas, pero no fueron limpios y fáciles. Considero una
falta de respeto con su pueblo y con estas figuras que tanto sacrificaron
calificarlos de esta manera. Tampoco con Mandela, a quien también nombra. Pero
sin entrar en eso, se me hace realmente triste, además de falso, que no
reconozca el liderazgo de quienes hoy están perseguidos, inhabilitados, presos
y exilados. Han pagado un altísimo costo y lo han pagado porque tuvieron,
siguen teniendo y tendrán el liderazgo. Tienen además altísimo reconocimiento a
nivel internacional y ha sido por el sacrificio y la calidad de su lucha. Decir
que no hay liderazgo es irresponsable y jugar a la desesperanza.
Precisamente,
decir a la gente que votar es la única opción es lo mismo que decir que tienen
que aceptar que lo único que queda es vivir en hambre, represión y pobreza como
lo quiere el chavismo. Los venezolanos tenemos otras opciones. No muchas, pero
sí las tenemos. Y la primera es justamente no participar, pero sin dejarse
presionar como que es un descuido o una rendición. Al contrario, no llegarle a
la fiesta pseudodemocrática a Maduro es una forma de insurrección. El silencio.
La inacción son mucho más poderosos de lo que creemos. No se coma el cuento de
que "el que no participa hace nada". Nada más piense que de no ser así no estaría el
régimen chantajeando a la gente para que vote.
Hay
que tomar en cuenta que quince países de América Latina y la Unión Europea entre
otros importantes miembros de la comunidad internacional no van a reconocer las elecciones, por ende no reconocen a Falcón como
candidato. Mal podrían hacerlo los propios ciudadanos. Y justamente es lo que
busca el régimen, necesita la participación para argumentar que su modelo
tiránico es lo que la gente quiere.
Mientras, yo
en cambio vaticino que el 21 de mayo nos levantamos confundidos y no
necesariamente alegres, pero sí más unidos que nunca. Porque ya no tragamos
tantos argumentos vacíos y ya va quedando claro qué políticos realmente quieren
una estrategia de cambio y cuáles se sirven del régimen para participar en un
mamotreto de oposición. Tan falsos como estas elecciones. Tan falsos como Henri
Falcón.
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